sábado, 29 de noviembre de 2008

La lacerante maravilla

Pienso en un pueblo pequeño, en una soleada Italia, pienso en las callecitas angostas, en casas de piedra vieja que parecieran estar allí desde el principio de los tiempos.
Pienso en dos miradas tímidas que se buscan y se esconden, pienso y siento los nervios, la noche del baile que se acerca y el corazón de un pueblo que late, que late.
Pienso en una calle llena de lucecitas de colores, en una noche calurosa, veo muchachos agrupados en las esquinas, gomina y perfume... y las miradas que fulminan a las jovencitas que ahora pasan junto a sus madres apurando el paso y respirando profundo para contener la exitación.
Desde muy lejos ha llegado una orquesta con su cantante, en un pequeño escenario hilarán con sus canciones las pasiones arrebatadas, lo prohibido, la esperanza para algunos de conocer al fin el sabor de película de los besos.
Pienso en las muchachas que esperan casarse, en algún desafortunado a quien su amor no le corresponde, pienso nuevamente en aquellas dos miradas que se buscan, veo que se quieren, que se encuentran, que bailan y que la música y el calor los envuelven, pienso que él se atreve a besarla y bailan y se miran y se besan y que una vida simple recorrerá sus días de pobreza y esfuerzo... y pienso ahora mismo, y los veo, ya viejos, dos miradas cómplices.

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